Una de las óperas más representadas sigue siendo todavía La Bohème de Giacomo Puccini. Aun cuando tal vez no sea la mejor de su autor, se trata sin duda de una auténtica obra maestra que posee la rara cualidad de agradar y conmover por igual a todo tipo de público.
A partir del original más bien mediocre y lacrimógeno de Henri Murger, Giuseppe Giaccosa y Luigi Illica, los habituales y experimentados colaboradores del compositor, lograron, sin embargo, articular un libretto muy eficaz. No obstante, la verosimilitud de esta historia procede sobre todo de la admirable música creada por compositor de Lucca.
Los protagonistas son el poeta Rodolfo y la costurera Mimí, dos jóvenes enamorados, que intentan esquivar la indigencia en el Barrio Latino de París. Por desgracia, ni el primero, ni su círculo de amigos –el pintor Rodolfo, la casquivana Musetta, el filósofo Colline y el músico Schaunard–, lograrán evitar que aquélla muera, en plena flor de la vida, víctima de una tuberculosis agravada por la miseria.
Como siempre en Puccini, la descripción musical de ambientes es formidable, tanto en la desenfada escena de la buhardilla o la del café de Momus, lugares del primer encuentro de Mimi y Rodolfo, como a la puerta de la hostería o en la pobre estancia donde se descubre y consuma la tragedia. Su instinto teatral le llevó también a insuflar vida a los personajes con sus delicadas y expresivas melodías, ajenas a los excesos propios del verismo imperante en la época.
En la fonoteca de la UN contamos con dos registros de esta obra. En uno de ellos, la gran María Callas ofrece su peculiar y admirable visión de Mimi, aun cuando su timbre no sea el más adecuado para el personaje. El tenor siciliano Giuseppe di Stefano intenta sacar adelante con total entrega y valentía su papel, aunque su voz ya no se hallaba en plenitud. Rolando Panerai es un excelente Marcello. Dirige a la orquesta y el coro del Teatro alla Scala de Milán el competente maestro italiano Antonino Votto.
En la segunda grabación, es Herbert von Karajan, el director más mediático de la historia, quien al frente de una portentosa Filarmónica de Berlín nos ofrece su opulenta visión de estos pentagramas. Tres formidables voces italianas obran maravillas en unos papeles que se adaptan como un guante a sus respectivos instrumentos. Mirella Freni es un prodigio de elegancia y humanidad, junto a Luciano Pavarotti, quien guiado por la férrea batuta, se muestra más estilista de lo habitual sin perder por ello un ápice de espontaneidad. A su lado, Rolando Panerai canta con su proverbial pericia e intención. Los escolta un notable reparto internacional: la británica Elisabeth Harwood, otro italiano –Gianni Maffeo– y el afamado bajo búlgaro Nicolai Ghiaurov.

