¿Qué mueve a Kevin, de 14 años a viajar sólo a lo largo de más de 1500 millas, desde su pueblo en Honduras hasta los Estados Unidos? El responde que su madre es muy pobre y tiene dos hermanos más pequeños y que su padrastro le dice que no es su hijo y no le quiere. Igual que Kevin, su amigo Fito de 13 años abandonado por sus padres, Jairo de 14 años mexicano, huérfano desde hace un año que mataron a su madre y Yurico de 17 que vive y se droga en las calles de México, todos tienen un fuerte motivo que les arrastra a subir a un tren en marcha rumbo a la frontera de EEUU, en un largo y peligroso viaje sobre el techo de esas viejas máquinas de carga.
La cámara, que hace el viaje en el tejado junto a los niños nos va contando sus sueños y sus tristezas. Olga de nueve años viaja sola junto a Freddy también de nueve, es una preciosa niñita que llora al contarnos que va a Nueva York a buscar a su mamá, alejada de ella desde hace tres años. Su sueño es jugar en la nieve con ella. Kevin quiere ver por sí mismo las ciudades y las grandes torres que salen en las películas, el barrio de Manhattan. Yurito piensa que para seguir así mejor es irse, quiere ser otra persona y quizás lo adopten.
En el camino también encuentran buenas personas que les ayudan y les previenen contra los numerosos peligros que acechan al emigrante: caer del tren y que este te arrastre. Te pueden asaltar, robar, violar y matar. Puedes morir ahogado al cruzar el río o de hambre y sed en el desierto. La estadística prueba que entre un 10 y un 20 % mueren. Ni Kevin, ni Fito, ni Yurito ni Jairo terminan el viaje. Son deportados a sus países de origen donde actualmente malviven. Menos suerte tuvieron Eloy y su primo de 13 años encontrados muertos en el desierto de Arizona.
Y respecto a Olga y Freddy de 9 años continuarán todavía viajando hacia al norte pues nadie sabe nada de ellos.

