Mediateca: recomendamos la música de Igor Stravinsky: Tres ballets

A principios del siglo XX, París se convirtió en la capital europea de la música, título que hasta entonces había ostentado sin duda Viena. La música francesa se hallaba por entonces en una época dorada, pero además la ciudad logró atraer a los principales representantes de las vanguardias artísticas.

En el terreno estrictamente musical, tuvo especial importancia la llegada de los famosos ballets rusos, reclutados por el empresario Serguéi Diáguilev, con estrellas como los bailarines Anna Pávlova, Ida Rubinstein y Vátslav Nizhinski, comandadas por los coreógrafos Mijail Fokine y George Balanchine.

Numerosos compositores trabajaron para ellos, pero el más importante fue acaso Igor Stravinsky, que se instaló en la capital gala tras el fulgurante éxito de El Pájaro de Fuego (1910). Vendrían después Petrushka (1911) y La Consagración de la Primavera (1913), con los que se vio catapultado a la fama.

Comparten rasgos asociables al primer estilo de su creador: flexibilidad y fluidez, compatibles con el cuidado formal, espectacular y original orquestación, agudo y complejo sentido del ritmo, inspirado en el folklore ruso. Sin embargo, media un abismo entre el primero –afín el exotismo de su maestro Rimsky-Korsakov– y la tercera, tan rompedora que su estreno desencadenó un escándalo mayúsculo.

En la fonoteca de la UN están las grabaciones que registró el propio Stravinsky, buen intérprete de su música, aunque con un conjunto de segunda fila: la Columbia Symphony Orchestra. Sin embargo, como se trata de obras esenciales, grabadas hasta la saciedad, hay otras notables lecturas de mejor toma sonora.

Del británico Simon Rattle, hoy titular de la Filarmónica de Berlín, tenemos un Pájaro de Fuego al frente de la Sinfónica de Birmingham, de cuyo esplendor sonoro fue artífice. Otra alternativa es la del milanés Riccardo Chailly, un especialista en el compositor, con la imponente Concertgebouworkest de Amsterdam. Los restantes títulos de la trilogía nos llegan de la mano del competente maestro húngaro Antal Dorati, en el podio de la Sinfónica de Detroit. Por su parte, el mítico Herbert von Karajan nos brinda una singular Consagración de la Primavera, por supuesto junto a ‘sus’ filarmónicos berlineses.

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