Durante la segunda mitad del siglo XIX, el nacimiento y la consolidación de las escuelas nacionalistas, cuyos integrantes se inspiraron en sus respectivas tradiciones folclóricas, transformó y enriqueció notablemente el panorama musical europeo.
Praga, tal vez por su cercanía a Viena y porque contaba con una sólida tradición previa –el Don Giovanni de Mozart se había estrenado con enorme éxito allí–, se convirtió así en uno de los principales centros musicales de Europa.
Numerosos compositores residentes en la ciudad trabajaron durante décadas a partir de las hermosas y exóticas melodías y ritmos de Bohemia y Moravia, la actual República Checa, que en aquel momento formaban parte del Imperio Austro-Húngaro.
Tal vez el principal de ellos fue Antonin Dvorak, que triunfó primero en Viena y luego en toda Europa, llegando incluso ser llamado a Nueva York, de cuyo Conservatorio fue nombrado director. El mismo, Brahms, protector y gran amigo suyo, tenía en muy alta estima sus composiciones y envidiada su capacidad de invención melódica.
Aunque cultivó con éxito casi todos géneros, es célebre sobre todo por sus partituras orquestales. Las últimas cinco sinfonías, obras de madurez, son todo un modelo de construcción, fluidez y encanto musical, dignas de formar parte del repertorio de cualquier agrupación sinfónica. Lo mismo puede decirse de sus maravillosas oberturas y poemas sinfónicos.
Sin embargo, Dvorak es autor de dos obras especialmente populares: la novena sinfonía, escrita en América, por lo que se la conoce como “del Nuevo Mundo”, y el concierto para chelo, tal vez el mejor de los escritos para dicho instrumento.
Aunque en la fonoteca de la UN hay otras versiones, quien desee acercarse a las citadas composiciones orquestales en las mejores condiciones, puede recurrir a las grabaciones de uno los principales traductores de esta música: el director checo Rafael Kubelík.
En el caso del concierto, contamos con la apasionada versión de la gran violonchelista británica Jacqueline Dupré, bajo la batuta de su entonces marido, Daniel Barenboim. Otra alternativa es un disco de vinilo protagonizado por el joven Mstislav Rostropovich y Sir Adrian Boult.

