No son muchas, si descontamos las de Boccherini, creador del género las obras para cuarteto reforzado con otro instrumento de cuerda. No faltan, sin embargo, auténticas joyas en este terreno poco cultivado de la música de cámara.
Entre ellas están los quintetos mozartianos, que ocupan un lugar muy destacado en su producción. La presencia de un instrumento adicional –en este caso una viola– ofrece unas posibilidades expresivas que, como era de esperar, supo aprovechar su autor de forma magistral, sin que se resintiese el equilibrio entre las voces.
Quedan una vez más bien patentes los rasgos que se suelen asociar a las partituras del genio salzburgués: ligereza y elegancia compatible con la profundidad, riqueza y efusión melódica, solidez y flexibilidad constructiva. En el quinteto en sol menor K. 516 –el más grande de todos–, se suma a ellas un impulso trágico que anticipa el romanticismo.
Décadas más tarde, Franz Schubert creó su quinteto, un colosal monumento del arte musical. Escogió acentuar el registro grave, con un segundo celo, lo que le llevó a escribir notas de una densidad y un poder sinfónico inusitados. No menos reseñable es que, al igual que en otros terrenos, lograse zafarse de la imponente sombra de Beethoven y explorar nuevos caminos.
Hay de todo en esta gigantesca partitura de casi cincuenta minutos de duración: un formidable allegro inicial lleno de energía; un sublime adagio en el que parece detenerse el tiempo; un poderoso y tenso scherzo con trío muy contrastado; un allegretto final en el que coexisten el ímpetu y el lirismo.
En la fonoteca de la UN contamos con buenos registros de estas músicas. Para los pentagramas mozartianos podemos escoger entre la interpretación –una absoluta de referencia– del conjunto liderado por el gran violinista belga Arthur Grumiaux, o la magnífica lectura del Cuarteto Orlando, con la japonesa Nobuko Imai a la viola.
El quinteto schubertiano nos llega de la mano del Cuarteto Emerson y el célebre violoncelista ruso Mstislav Rostropovich, o bien el Cuarteto de Leipzig y Michael Sanderling. Mención aparte para la emotiva e histórica grabación en directo de Paul Casals y el Cuarteto Vegh, contenida en un antiguo disco de vinilo.

