Como tantos maestros del barroco medio, Marc-Antoine Charpentier era hasta hace no hace mucho un ilustre desconocido. Aunque los musicólogos destacaban la gran calidad e importancia histórica de su producción, por falta de grabaciones discográficas, incluso para los aficionados a la música, era poco más que el autor de la sintonía de Eurovisión.
Formado en Roma por Carissimi, a su regreso a Francia llevó allí el gusto italiano e intentó hacerse un hueco profesional. El férreo control de Lully y sus seguidores sobre la Corte, le impidió acceder a ella y tuvo que conformarse con un puesto de maestro de capilla, primero en la Iglesia de San Luis, con los jesuitas, y al final de su vida en la Sainte-Chapelle.
Sus obras resultan inconfundibles por la perfecta simbiosis que supo crear entre la efusión trasalpina y el recitado dramático típico del arte francés. Sus melodías son cálidas y expresivas, pero al mismo tiempo se adaptan como un guante al texto que pretenden ilustrar. Pocos compositores han sido capaces de reflejar con tanta sencillez y fidelidad los más variados estados de ánimo.
Además, logró abordar con éxito todos los géneros sacros de la época. Su célebre Te Deum es un imponente grand motet, como los que se interpretaban en la capilla de Versalles, pero no menos notables son los Miserere o el Motet pour una longue offrande.
Son muy numerosos sus petits motets, así llamados por ir destinados a conjuntos más reducidos. Entre ellos destacan las Pastorales y los Cantiques para la Navidad, o la extensa serie de Lecciones de Tinieblas para la Semana Santa, pero hay además un número considerable de hermosas antífonas y letanías marianas.
Escribió igualmente elocuentes y emotivos oratorios, perfeccionando el modelo de su maestro, como David et Jonathas, Le Reniement de Saint Pierre, Caecelia, virgo et martyr o Mors Saülis et Jonathae.
En la fonoteca de la UN contamos con excelentes registros de estas partituras, que han ido siendo redescubiertas durante las últimas décadas. También de algunas de sus misas, como la Messe de Monsieur de Mauroy, la Missa Assumpta est Maria y la Messe pour les trépassés, un piadosa oración por los difuntos.

