Uno de los títulos más populares del teatro lírico es sin duda esta obra, quien, para ilustrar la truculenta historia basada del drama homónimo de Victorien Sardou, renunció en parte a su habitual elegancia e hizo notables concesiones a los excesos del verismo.
La trama narra el trágico destino de Floria Tosca, cantante de ópera que vive en una Roma amenazada por las tropas de Napoleón; su amante, el pintor Mario Cavaradossi, partidario de los revolucionarios franceses; y el Barón Scarpia, jefe de la policia de los Estados Pontificios, hombre cruel y despreciable, por completo carente de escrúpulos.
Tras una serie de peripecias, Cavaradossi acaba en manos de tan siniestro sujeto, quien lo tortura en presencia de Tosca, para que confiese dónde está escondido un fugitivo. Posteriormente, para introducirse en el Castel Sant’Angelo y evitar la ejecución del pintor, ésta concibe un audaz plan: fingir que se entrega a Scarpia, que está prendado de ella, a cambio de un salvoconducto para ambos, y después asesinarlo.
Por desgracia, una vez ejecutado su plan y obtenido el citado documento, acaba presenciando el fusilamiento de su amante, y cuando es descubierto su crimen por la policía, presa de la desesperación, se arroja al Tiber.
Dado el carácter del libreto, Puccini creó una singular partitura. En ella contrastan las apasionadas melodías que ilustran los sentimientos amorosos, con los rudos motivos asociados a Scarpia, quien más que cantar declama, y al curso fatídico de los acontecimientos.
En la fonoteca de la UN contamos con la celebérrima grabación protagonizada por cuatro artistas de excepción. El maestro italiano Victor de Sabata, que dirigió esta música con un implacable aliento trágico. La gran Maria Callas, que logra encarnar como nadie el papel titular, tanto en los momentos líricos como en los dramáticos. El tenor siciliano Giuseppe di Stefano, quien por entonces estaba casi en plenitud de facultades, canta con absoluta entrega y notable intuición. Por último, otro compatriota suyo, ese portentoso fraseador que fue Tito Gobbi, un barítono con algunas carencias vocales, es capaz de reflejar a la perfección la ruindad de su repugnante personaje.
Al lado de este registro, palidecen otros, a pesar de tener cierto interés. Bajo la batuta del británico Colin Davis, actúan dos famosas voces españolas –Montserrat Caballé y José Carreras– y un sueco: Ingvar Wixell. La primera y el tercero, no se adaptan a unos papeles bastante alejados de sus posibilidades y sensibilidad.
En cambio, la edición en DVD, concertada por el competente Bruno Bartoletti, tiene buenos mimbres. La búlgara Raina Kabaivanska es una expresiva Tosca, aunque le falte algo de empuje. Nuestro Plácido Domingo, un convincente Cavaradossi, con su peculiar estilo y tirantez en los agudos. El estadounidense Sherrill Milnes, gracias a un sólido instrumento, da carácter a su parte, pero sin llegar al fondo del mismo.
Mucho menos interés tienen dos representaciones en vivo, dirigidas por Riccardo Muti y Maurizio Benini, cuyos elencos son mucho más débiles.