Valioso documental de Jane Magnusson sobre Ingmar Bergman en el centenario de su nacimiento, pivota alrededor del año 1957, de una intensa actividad creativa, ese año estrena dos películas, rueda otras dos, estrena un telefilm, y monta cuatro producciones teatrales. Y al mismo tiempo, su salud física se resiente, por varias úlceras de estómago, y su vida personal es un torbellino con varias relaciones y unos hijos de los que ocuparse. En tal tesitura, suficiente para quebrar la cordura de cualquiera, el trabajo, la actividad artística, en que no deja de hablar de sí mismo a través de las diversas tramas, deviene en necesaria terapia para Bergman.
Magnusson se acerca al alma solitaria del artista, genial, pero también egocéntrico y cruel. No es que se centre sólo en 1957, sino que éste viene a ser como el centro de gravedad para mirar hacia atrás y hacia adelante en su carrera fílmica. De algún modo hace como el propio Bergman en Fresas salvajes, de ese año, donde a través de un anciano que tiene mucho de sí mismo, encarnado por Victor Sjöström, también mira hacia la infancia y los recuerdos de antaño, con ese primer plano transfigurado del actor que tanto gustaba al director. (Decine21)